miércoles, 2 de noviembre de 2016

Intervención efímera en playa de Ortigia, Siracusa (Sicilia)


Playita en el Lungomare, Ortigia

En una de las playitas de la ciudad de Ortigia, Siracusa, me sorprendió que además de piedritas, la playa era un verdadero sitio arqueológico lleno de historias fragmentadas. Sircusa es una ciudad que en sus miles de años de existencia fue destruída muchas veces, por invasiones, terremotos, incendios, y por lo tanto hasta su playa contiene un poco de su historia. Quizás por siglos desde lo alto del muro de la ciudad, utilizaban ese rincón de playa como botadero, como lugar para deshacerse de los escombros, para tirar todo aquello que ya no se usa. En los pocos metros que tiene esa playa se encuentran miles de restos de pisos cerámicos y mozaicos, miles de fragmentos de vidrio de difrentes colores que en algún momento fueron botellas, frascos, vasos, platos. Pedacitos de objetos de historias que ya no son más que paisaje en una playa donde la gente toma el sol. 

Restos de cerámicas y objetos variados

Restos de vidrios multicolores

Mientras estaba en la playa, recolectaba pedacitos y los observaba, los juntaba por materiales, colores pensaba en los objetos que alguna vez fueron y en las personas que los rodeaban y le daban alguna utilidad en sus vidas. Vidas pasadas, siglos de historias y gentes que desaparecieron y hoy no quedan más que unos tiestos rotos y coloridos.

 Luego y como no es muy fácil caminar descalza entre tantas piedritas y restos decidí ponerme a jugar y construir un piso con todos los restos cerámicos y piedras planas que encontrara en el sector de la ducha que hay a disposición del público. Eso permitiría a los visitantes relajar sus pies al entrar y salir de la misma. Aquí unas fotos de la intervención lista, un collage con diferentes colores, texturas y formas, utilizando los recursos del lugar y acorde con el contexto. 
Intervención efímera, collage de piedras y restos de mozaicos variados

Ducha pública con intervención de piedras y restos de variados colores y texturas

Usuario ducha

Intervención con piedras y cerámicas en ducha, playa Ortigia, Siracusa.


Usuaria ducha, intervención desde lo alto del muro


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Fotos: Daniele Vidoni / Maria Rapela / ©Copyrights

domingo, 30 de octubre de 2016

Relatos de Viaje: Funny Games en La ''Rocca de Cefalú''



Duomo de Cefalú

Después de haber pasado los primeros días en Palermo, decidimos irnos a un pueblo costero a una hora de la capital isleña. La idea de vacaciones en una ciudad grande no es algo que una quiera alargar demasiado. Partimos entonces hacia Cefalú, por recomendación de un amigo. El pueblo es un caracteristico pueblo italiano a la orilla del mar con playas tranquilas para bañarse.

Playa con iguanas nórdicas

Conseguimos un mini-estudio muy céntrico y la primera mañana fuimos a buscar el sol, donde todos los nórdicos y deseosos de vitamina D se extendían en la arena como iguanas.
Después de desayunar nos acostamos a dormir en la arena. El sol en esta época es muy rico, ya que no es demasiado fuerte pero calienta lo suficiente como para luego darse un baño. Un emigrante italiano de Bélgica pensionado, nos decía que era una de las mejores épocas para visitar Sicilia y nos alertaba de nunca venir en julio o agosto. Dice que en esas épocas la playa está tan llena que no se puede ni poner el paño en la arena, que solo hay espacio para estar de pie!!! En cambio ahora éramos unos cuantos los que escapábamos del otoño-invierno nórdico.
Cefalú desde la playa


Esa mañana sentí por primera vez la calma y el relax de estar en vacaciones. Maravilloso. Por la tarde decidimos subir a un cerro rocoso que está incrustado a espaldas del pueblo. O más bien el pueblo creció y se pobló en las faldas de este cerro. Allí, indican varios carteles, se encuentra el templo de Diana, una construcción del megalítico (IX antes de Cristo) y un castillo medieval con muros que rodean toda la parte alta de la ''Rocca'', como la llaman los cefalenses.

El panorama se ampliaba conforme subíamos

Conforme trepábamos los 268metros entre senderos y gradas, pudimos observar como el panorama se ampliaba. En una pared bastante escarpada descubrimos unas alocadas cabras que se movían y balaban. Nunca las había visto así trepadas entre piedras prácticamente horizontales. Se llamaban con su caracterísitico meee meee meee hasta que lograban unirse y proseguir con la comidilla de alguna hierba que encuentran en esos sitios.

Cabras en las rocas


Más arriba descubrimos el templo de Diana, una naciente de agua y recorrimos parte de los muros de seguridad del castillo medieval que se erige en lo alto del cerro. 

Templo de Diana, Megalítico IX A.C

En un momento dado, llegamos a uno de los muros que se asoman al pueblo y con una maravillosa vista al mar. Allí poseídas como por una especie de espíritu cabruno, dos chicas de unos 15-16 años, nórdicas, quizás holandesas o suecas, jugaban en silencio al juego de la muerte.
Bellas y jóvenes las dos, una con vestidito y la otra con short que dejaban ver sus bellas formas juveniles, jugaban a posar y tomarse fotografías con una cámara de por lo menos 3000 euros. Mientras una desfilaba lentamente sobre el borde del muro que da al precipicio, la otra en silencio le tomaba fotos a su amiga con su gran camarota.
Pocos segundos después de que llegamos, la que caminaba descalza sobre el muro se bajó y se fueron en silencio a dar una vuelta un poco más lejos. Me daba la sensación de que habíamos interrumpido algo, una especie de sesión-ritual de fotos. 
Cuando llegamos interrumpimos su juego y se alejaron un poco de nosotros
 
Chicas tomándose fotos con precipicio

No había percibido el peligro que corrían estas chicas hasta que me asomé al muro y vi el abismo que había detrás, el cual me provocó un vértigo leve, e hizo que me sostuviera fuertemente a las rocas, para no dejarme llevar por la atracción del vacío.
Abajo como a 200 metros, el pueblo con sus casitas y techos de tejas. No había ninguna roca saliente que pudiera atajarlas en caso de caída. Era un una pendiente 100% vertical. No parecía un simple juego de selfies con el teléfono. Más bien un serio juego de niñas caprichosas y poseídas.

El muro era de unos 20-30cm de ancho, detrás el vacío

El muro, que además no era muy alto y claramente no muy apto para niños y personas que sufren de vértigo tenía unos 20-30 cm de ancho. Fué en ese momento cuando se me puso la sangre fría y me invadieron unos escalofríos al comprender el peligroso juego que estaban jugando esas dos chicas. Esas chicas estaban jugando al borde del barranco, con una tranquilidad y seguridad tan increíbles como si se tratase de un juego, le dije a Daniele.
Serán malabaristas, dijo Daniele y no le dió importancia, porque él no las pudo ver en un primer momento mientras caminaban en el borde del muro.


Luego pensé, pues hay gente para todo, hay gente que camina en una cuerda floja entre las cimas del cañón del Colorado o entre dos edificios en las ciudades. Hay gente que le tiene miedo a todo y hay gente que no. Hay gente que no puede subirse ni a un árbol y otros que pueden escalar una montaña. Hay gente que por salir bien en una foto arriesgan su vida, hay gente que por impresionar a sus amigos y amigas toman fotos locas. Hay jóvenes que mueren tomándose fotos y selfies. Cada uno decide su destino. O como decía un profesor, el derecho a joderse es sagrado.
Panorama Cefalú desde ''la Rocca''

Luego dejé de pensar en ellas, aunque presentía su presencia no muy lejos. Tomamos unas fotos del panorama que se abría ante nosotros y disfrutamos del paísaje de altura, que te permite ver a lo lejos, con distancia y nueva perspectiva, elevados sobre el nivel al cual estamos acostumbrados. Las cosas cambian de dimensión y los problemas de allá abajo parecen no existir o desaparecer. Daban ganas de activar alas invisibles o convertirse en pájaro y salir volando hacia la playa para ver el atardecer. 
Así estaba en pensamientos y observando el panorama, cuando vuelvo a ver a las chicas, que estaban ahora como a 10 metros de nosotros, seguían tomando fotos peligrosas. La que posaba tenía una falda que movía con ingenuidad y miraba sus pies descalzos mientras caminaba en el borde del muro...la otra la fotografiaba y parecían comunicarse con el pensamiento de tan concentradas que estaban, como si hubiesen planificado la coreografía y los movimientos que harían frente a la cámara. Parecían estar fuera de este mundo....Agarré a Daniele del brazo, Mirá, le dije. Él volvió a ver y vimos como la chica que posaba para las fotos caminaba con naturalidad y desicisión de un lado a otro y luego pisaba el vacío.  En un instante desapareció en el abismo, tragada por la fuerza de la gravedad....La chica que le tomaba la foto, aprovechó ese último instante para tomar una foto, del momento en el que su amiga caía. El gesto de la chica en el instante de caer era como el de un ángel, un gesto dulce y eterno. Sus ojos parecían estar en paz, sin temor, sin miedo, sin espanto, parecía estar cometiendo un acto que le había sido dictado siglos atrás y llevándolo a cabo sin remordimientos, con una decisión absoluta del libre albedrío. Su cabello castaño muy liso flotaba y revoloteaba como algas en el agua, como si en ese momento hubiera entrado en otro medio, como si estuviera nadando. Ese momento lo captó la fotógrafa amiga y nosotros lo vimos, como si el tiempo se hubiera detenido.

Luego la chica de la cámara, sin inmutarse y con rapidez inquietante, se asomó al vacío y le siguió tomando fotos, al parecer no quería perderse ninguna de las poses que su amiga estaba realizando durante su caída en el vacío. Fueron segundos, que nosotros no pudimos ni reaccionar. La chica disparaba fotos, una tras otra, intensa y concentrada. Poco después metió la cámara en un estuche, agarró los bolsos que traían, los zapatos de su amiga y sin levantar la vista para mirarnos, que estábamos paralizados observando la escena con la mano tapando el espanto de nuestras bocas, caminó descalza como lo hacen las modelos, un pie delante del otro, dejando que el viento alzara las mechas de su pelo, que el brillo del sol le iluminara el rostro, y con pasos ágiles y elegantes, se dirigió hacia nosotros, pasó a nuestro lado sin percatarse de que estábamos allí, casi como un fantasma y siguió caminando junto al muro, buscando quizás la salida.

Cuando logramos recuperar el aire y reaccionar, nos apoyamos con precaución en el muro para ver hacia abajo y solo vimos techos. Quizás caería entre unos arbustos o matorrales, o en el jardín de una casa, pensé. 
Cuando nos asomamos, solo vimos los techos de las casas

Tunas en lo alto de la ''Rocca'' de Cefalú

Corrimos hacia la salida, pero nos perdimos y dimos la vuelta equivocada por unos muros medievales sin salida, volvimos a subir unas gradas y luego encontramos el camino que llevaba hacia las gradas de bajada, corríamos alocados, con nervios, hasta que llegamos al área desde donde se avistaban las cabras. Vimos alguna gente alborotada observando hacia abajo, exclamaciones de pena y tristeza, una niña incluso lloraba. Los rostros de la gente expresaban dolor, pena, tristeza, asombro. Ha caído aquí la mujer? pregunté...una chica se cayó, se tiró...una mujer cayó...una donna é caduta dijo Daniele...la gente decía; No, no, una cabra se resbaló y cayó...la hemos visto con nuestros ojos.. y el cuerpo de la cabra estaba tendido ahí entre unas rocas y arbustos en el bajo, se escuchaban las cabras que balaban, preocupadas y desesperadas miraban también para ver a su amiguita muerta....Y nosotros dijimos, una cabra NO, una mujer, una donna y ellos NO, una cabra ha caído, no la ve?...Y nosotros replicamos, pero es que no han visto a una chica caer desde arriba...Ma che dici!!?(Pero que dices) decía una mujer. Preguntamos si no vieron bajar a una joven nórdica con una cámara y un par de zapatos en mano y alguno dijo que si, que la había visto....
Las cabras observaban hacia donde había caído su amiguita

Esta cabra se asomaba al vacío y balaba

Seguimos bajando a informar a los guardaparques de lo que habíamos visto y nos dijeron que lo que había caído era una cabra...que estábamos confundidos...No nos creyeron..que si la misma acompañante no había informado nada, era muy raro. Insistimos, contamos lo que habíamos visto y los dos guardparques se reían de nosotros. Que había sido solo una cabra, que rara vez pasa, pero que puede suceder. Llegamos a pensar si no estábamos alucinando.
Nosotros partíamos al día siguiente y no queríamos meternos en líos con la policía, dar testimonio, juicios, etc. Esa noche no pudimos dormir en toda la noche, quizas solo unas horas. Durante los días siguientes leímos todos los periódicos de Sicilia y la región de Palermo para saber si había alguna noticia de ''Cronaca'' (accidentes, policiales, etc), pero ningún medio informó sobre ninguna muerte en Cefalú para esos días, salvo una pequeña nota sobre la cabra accidentada en uno de los periódicos de parques naturales y medio ambiente de la isla.

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Fotos: ©Daniele Vidoni - Prohibido el uso, reproducción total o parcial de estas fotos.
Relatos de viaje con una pisca de ficción. Cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia. De la serie ''Muerte en Sicilia''.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Relatos de viaje: El hombre solo de Favignana



Por recomendación de varias personas fuimos a pasar un día a unas islas que quedan en el extremo occidente de la Sicilia, las Islas Egadas. Una conocida decía incluso que era un paraíso en la tierra, con playas de aguas turquesas. Es curioso como la gente intercambia consejos sobre la ubicación de los diversos paraísos. Le dije a Daniele: No te parece raro, que uno busque siempre ''el paraíso''??Y que muchas veces ese paraíso esté asociado al color turquesa del agua? A lo que me contesta: La gente busca el paraíso porque la vida es un infierno.

Salimos de Palermo en el primer bus para Trapani y aunque perdimos la coincidencia inmediata con el barco, a las 11am ya estábamos rumbo a la isla de Favignana. El viaje en barco desde la costa es de tan solo 30-40mn. Apenas tocamos tierra, logramos alquilar unas bicicletas para recorrer una parte de la isla.

Poco o nada es lo que habíamos leído sobre la isla y su historia. Al dar una vuelta por el pueblo descubrimos tres aspectos importantes que han marcado la historia de la isla y de sus habitantes y nos dieron claves para entender el paisaje que nos encontraríamos durante el recorrido. 

En un terreno ubicado frente al mar junto a unas bodegas en ruinas, reposaban decenas de anclas herrumbradas, un barco pesquero de madera ya bastante deteriorado por el tiempo y un montón de bloques de piedras calcarenitas cuadradas y rectangulares en varios rincones utilizados para la construcción. Algunos de los bloques tenían cuerdas amarradas, pensé que seguramente eran también utilizadas como anclas para las embarcaciones más pequeñas. Al frente, del otro lado de la bahía hay una construcción bastante grande, con 4 grandes arcos que parecen ser entradas para barcos. 

Anclas y en el fondo edificio de producción de atún
(Ex Stabilimento Florio delle tonnare di Favignana e Formica)

Anclas y barco abandonado al fondo

Hélice de un barco y bloques de calcarenita con cuerdas
 
Mientras Daniele tomaba fotos a las anclas me acerqué a dos hombres que preparaban las cañas para pescar y sin querer molestar pero con deseos de saber más, les pregunté que era esa construcción. Aquí en Sicilia y hasta el momento la gente es muy amable y está dispuesta a conversar y a contar cosas, responder preguntas y dudas, así que me contaron que esa era una antigua procesadora de atún para la exportación, en funcionamiento durante el SXIX hasta mediados del SXX que fue cayendo en decadencia hasta el cierre en el 2007. El pescador más mayor, de unos 70 años me dijo que cuando él llegó a la isla hace unos 40 años, ya la fábrica estaba en decadencia. Por otro lado respecto a los bloques de esa piedra blanca y porosa, dice que desde tiempos romanos la isla ha sido una cantera para sacar material de construcción. Me dijo algo así: ''Favignana fue por mucho tiempo una fabrica a cielo abierto, tanto por el atún como por los ''tufi''. Mientras me habla veo a sus espaldas unas torres parecidas a las de una cárcel y le pregunto que son.
Y me explica que desde hace siglos la isla ha albergado varias, el antiguo castillo que se ve en lo alto de un cerro era una cárcel, pero ya clausurada, y la que está a sus espaldas es otra de alta seguridad, aún hoy en funcionamiento. Una isla marcada por la pesca, las cantera y la reclusión forzada.



Finalmente iniciamos el recorrido en bicicleta, por unos caminos a veces pavimentados, a veces de tierra, pero en general en muy buen estado y en su mayoría bordeando el mar.


La geografía costera es digamos muy árida con tunas(cactus traídos de las Américas), alguno que otro arbusto y con muchos bloques de rocas que por momentos generan pequeños y medianos acantilados desde donde se pueden observar lindos paisajes. 

Camino con muritos

El paisaje tierra adentro estaba dominado por incontables muritos de piedra de baja altura -supongo para delimitar propiedades-, cuevas naturales y artificiales, así como bloques y montañas completas de piedra claramente intervenidos por la mano humana. Es como si le hubieran estado sacando tajadas y tajadas a una barra de mantequilla y quedaran las marcas del cuchillo, a veces en forma de escaleras, de agueros rectangulares, de líneas, de tajos muy filosos, tanto en la misma costa y acantilados, como tierra adentro. Esta es la tierra de los picapiedras, pensaba, es su marca, su historia y su paisaje. Pero ya no hay picadores, la isla está muy despoblada y viven en su mayoría en el pueblo principal. En el interior se ven poquísimas casas, y si las hay parecen deshabitadas. 



Cantera abierta, se ven los trazos cuadrados de los bloques que le sacaron a la piedra.
La única persona local que vimos en la primera parte del camino, era un hombre de unos 65-70 años. Y que hacía este hombre?? Como poseído por una especie de rutina milenaria acomodaba las piedras del muro de su propiedad.
El hombre solo de Favignana

Nos detuvimos a preguntarle si estabamos en buen camino para Cala Rossa. Tenía ganas de conversar y nos terminó contando sobre su vida, que vive en una de las tantas cuevas artificiales creadas a partir de la extracción de piedra. Que nadie lo molestaba, pescaba, cazaba conejos y sembraba algunas verduritas en el jardín. Que no tenía familia. Mientras acomodaba unas piedras que estaban en la tierra, lo vimos que se le salían las lágrimas. Aquí esta enterrada mi gata, murió ayer. Mi querida Karima, era lo único que tenía en este mundo. Se le salían las lágrimas e intentaba reprimirlas con esas manotas y dedotes toscos como racimos de plátano. Conmovida preferí cambiar de tema y le dije. Pero usted vive en una cueva?? Como son?


Decidió llevarnos a su cueva, que estaba como a 300 metros del camino, bastante escondida. Ahí pudimos comprobar como una persona en pleno siglo XXI vivía como un ser de otra época, por no decir de la prehistoria, que me parece exagerado. La cueva tenía forma rectangular cavada en la piedra y a lo interno, los mismos cortes de piedra formaban una mesita, un banco, algunos estantes donde tenía algunos artículos, y una piedra plana donde tenía un colchón viejo con unas sábanas viejas y sucias. En la mesa un par de cubiertos, un cuchillo, un jarrón con agua, un pedazo de pan, un tarrito de miel, sal y pimienta, algunas frutas de las tunas, que aquí le llaman ''fichi d´india'' y que son originarios de América. Al lado de la cama un par de zapatos viejos y en uno de los estantes del muro, ropa o trapos revueltos. No nos invitó a tomar nada, pero nosotros le ofrecimos un poco de jugo de naranja y compartimos los sandwiches que traíamos preparados. Comimos los tres en silencio. Enrolé un cigarrito y me pidió uno, estaba fascinado con el sabor del tabaco. Él estaba muy pensativo y silencioso. Era medio lampiño, pero tenía algunos pelos que le salían de barba y bigotes, usaba gorra en la cabeza y se le salían pelos grises por los costados. La piel curtida y reseca por el sol, las suelas de sus pies descalzos parecían duras como el cuero.
En las afueras de la cueva tenía unas plantas de tomates, de albahaca y de berenjena. Dijo que el verano era muy duro para las plantas, pero que él consigue agua dulce de un antiguo pozo que hay cerca de allí. Que no le hace falta nada. Que el invierno no era tan duro y que prefería el fresco al calor insoportable del verano. Antes de irnos le dejé un poco de tabaco, papeles para enrolar y un encendedor. Nos despidió agradecido y dijo que ya faltaba poco para llegar a la Cala que tanto gustaba a los turistas. Nos despedimos con esa sensación de haber conocido a una persona muy particular que nunca más volveríamos a ver.

Poco después llegamos a la famosa Cala Rossa rodeada de acantilados. Dejamos nuestras bicicletas recostadas sobre unas rocas y caminamos por un sendero, donde ya se vislumbraba la playa. Había un ventolero fuerte y no hacía mucho calor, bajamos un poco más y pudimos observar plenamente la maravillosa cala y el espectacular color turquesa. Nos quedamos largamente observando recostados sobre un peñasco con buen panorama y Daniele tomó fotos durante un buen rato. Unos turistas que venían subiendo del mar nos dijeron que era imposible bañarse, ya que el agua estaba muy revuelta, que había mucho viento y que no había sector de playa con arena, solo rocas filosas que te podían lastimar.
Igual el clima no estaba para baños, así que disfrutamos del paisaje desde donde se apreciaba la isla de Levanzo, donde al parecer hay unas cuevas con dibujos prehistóricos de alrededor de 12 000 y 15000 años, y a la derecha la costa de Sicilia con la ciudad de Trapani. Luego vimos pasar al hombre que habíamos conocido antes cargando un carretillo con piedras. Que obsesión con estas piedras pensaba en ese momento. Lo saludamos pero parecía no reconocernos y lo vimos desparecer entre las rocas.
Conversamos con otros turistas sobre donde comprar agua o algo de beber. El hombre del carretillo estaba ahora absorto fumando sobre un sector del acantilado que tiene paredes recortadas también por la mano humana, con paredes de unos 30-40mts. 

Decidimos continuar con el recorrido entre los muros de piedras, acantilados pequeños, y canteras abiertas, vimos algunas playitas rocosas antes de llegar a una playita donde vendían bebidas y finalmente nos instalamos.


La playita no estaba muy llena y de ese lado de la isla no había tanto viento. La gente estaba en vestido de baño y algunos se nadaban en el mar. Decidimos ir acostarnos en la arena, apenas nos acostamos nos quedamos dormidos como una hora. El sol de octubre calentaba pero no ardía, así que decidí meterme al mar. Ahh primer baño de mar del verano-otoño. El agua estaba muy fría pero después de unas brazadas ya no se sentía el frío. 


Luego volvimos al pueblo y tomamos el barco de vuelta a Trapani. Al lado nuestro un señor mayor conversaba con otro sobre una tragedia que había sucedido esa misma tarde en la isla. Un hombre se había quitado la vida tirándose de un acantilado amarrado de una piedra. Yo estaba con la oreja parada y sentí un golpe eléctrico que me recorría de pies a cabeza. Lo interrumpí y le pregunté que había pasado y dijo que era un antiguo reo de la cárcel que vivía en una cueva, un povero diavolo vagabundo, se había suicidado lanzándose al mar. El señor a mi lado decía que él trabajó durante toda su vida en la cárcel, aunque ya estaba pensionado y que ese reo había pasado 25 años en prisión y que cuando salió decidió irse a vivir a una de las tantas cuevas que hay en la isla. Povero disgraziato, decía. No tenía a donde ir, ni donde trabajar después de salir de la cárcel. Que a veces él le llevaba ropa o algo de comer, o medicinas cuando estaba enfermo. Pero que había sido un asesino peligroso, un sicario de la mafia. Que se había lanzado en la Cala Rossa, que unos turistas lo habían intentado salvar, pero que no había caso. Lo único que tenía en sus bolsillos era tabaco, papeles para enrolar tabaco y un encendedor, dijo el señor que iba sentado en el barco.
Daniele y yo nos quedamos helados. No había duda, era el hombre que conocimos esa tarde.

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Fotos: ©Daniele Vidoni. Prohibido el uso y reproducción de las fotos sin permiso, total o parcialmente. 
Relatos de viaje, con un poco de fantasía y ficción. El hombre solo es un personaje de ficción.

jueves, 20 de octubre de 2016

Notas y Relatos de Viaje: Ficción + Realidad - Muerte en Sicilia 1



En nuestro segundo día en Palermo, decidimos recorrer algunos lugares digamos clásicos de lo que
"hay que ver". Entramos a algunas iglesitas del centro y luego nos dirigimos al Palacio Real o Normando. Después de una larga espera de fila y gente, y pudimos apreciar la maravillosa capilla Palatina, reconocida como una de las capillas más extraordinarias que hay.

Capilla Palatina, Palermo

Detalles arabescos Catedral de Palermo
St Giovanni de los Eremitas
 
Parque Villa Bonano, Palermo

A la salida, descansamos tomando un helado y los dolores de pie me indicaban que las energías no daban para mucho más. Un hombre que estaba estacionado a la orilla del parque, con una de esas motos-carro-taxi para llevar turistas se le queda viendo a mi compañero y no para de observarlo, mientras habla por teléfono con alguien. Luego se levanta y viene hacia nosotros. En su cara parece haber un extrañamiento o intento de reconocimiento. Ya cerca de nosotros cuelga el teléfono y dice Daniele!! Daniele, sei tu? Daniele lo observa dudando y curioso. - Da Berlino, ti ricordi? 10 anni fa. (En Berlín hace 10 años). Se reconocen, se abrazan y saludan efusivamente. Se cuentan algunas anécdotas y se ponen al día de los últimos acontecimientos de sus vidas. Él termina diciendo, que finalmente volvió a Sicilia, que aquí tiene esa pequeña moto-carro-taxi, y que ahora trabaja en turismo como independiente. Se nota lo contento que está de ver a Daniele y nos invita a darnos una vuelta por Palermo y a llevarnos donde queramos durante dos horas, ya que después tiene un compromiso. Pero nos promete salir a comer por la noche. Es efusivo y es también muy guapo.

Le decimos que teníamos pensado ir a las catacumbas y luego ver un par de iglesias más. Él nos dice, que no nos preocupemos, que él nos lleva a las catacumbas y luego él nos hace un tour por la ciudad.
Lo cierto es que nos montamos en la moto-carro-taxi y nos dirigimos a las catacumbas. En los asientos traseros del moto-carro-taxi, Daniele me dice en voz baja, que a ese amigo, él le había prestado bastante dinero hace bastante tiempo y que nunca más lo había vuelto a ver. Que posiblemente y en vista de que tenía un negocito montado, le iba a dar algo del dinero esa misma noche.
Daniele estaba emocionado de encontrarlo y de saber que quizás iba a poder recuperar ese dinero. El carrito se movía entre los autos de manera arriesgada, pitaba y puteaba a los carros que no hacían señales para parquearse o doblar. Allí íbamos como dos turistas más, conducidos por un loco que nos indicaba, esta es la puerta de la ciudad, este es el palacio real o le decía a Daniele, no has cambiado nada, estás igual, conversaban y se reían. Era muy encantador y tiene unos ojos negros luminosos y llenos de vida.

Llegamos a las catacumbas y este amigo nos dijo que nos esperaba afuera y que luego seguiríamos el recorrido. No había fila y en la entrada dos monjes capuchinos que son los responsables de la administración de lo que ahora es un sitio turístico, cobraban la entrada.

Nos adentramos por unos pasillos iluminados y cubiertos de azulejos, que descendían hacia las profundidades de la tierra, luego bajamos unas escaleras y luego una puerta, (creo que era de vidrio). Ahí se llegaba a unos pasillos subterráneos donde inmediatamente se podía observar el escenario de lo que habíamos decidido visitar. 

Las salas estaban iluminadas con una luz tenue y amarillenta. De las altas paredes colgaban cientos de cuerpos o más bien carcasas humanas. En dos filas, unos arriba y los otros al nivel de la mirada.  Algunos estaban incluso tan cerca del visitante que de haber querido se podrían tocar.

La primera impresión es fuerte, bastante fuerte, pero no hay olor, al menos ningún olor raro o el olor de la muerte o la descomposición. Luego al recorrer los pasillos, te vas acercando y te encontrás que son unos cuerpos vestidos, con los cráneos humanos visibles, es decir, calaveras vestidas y colgados en unos nichos a escala humana hechos especialmente para ellos. Cuelgan como títeres, que esperan a su titiritero, restos humanos expuestos a la mirada de los vivos, de los que aún caminan y respiran, recordándonos lo efímero de la vida y el fin al que todas y todos quedaremos irremediablemente reducidos.

Cráneos humanos con expresiones de todo tipo, diferentes grosores y tamaños. Unos están con la boca abierta, otros cerrada, otros con dientes otros sin, algunas calaveras aún tienen restos de piel, pelos y bigotes.

La técnica utilizada era el secado, más o menos como hoy en día hacen con los tomates que los dejan deshidratarse al sol, (quizás de ahí tomaron la idea los monjes capuchinos). Una vez secos y deshidratados, los volvían a vestir con sus mejores galas y los ponían en los nichos a pedido de las familias. Algunos cuerpos se han mantenido tan bien en el tiempo que incluso conservan la piel de las manos y la cara. Algunas ropas están ya muy rotas y en mal estado y se puede ver el relleno de paja que le han metido para que tengan un poco más de forma.

Los cuerpos están ubicados según su situación social, está el sector de la iglesia con sacerdotes y curas, hay un sector de hombres varios, un sector de profesionales(incluso corre el rumor de que el cuerpo de Velazquez se encuentra en estas catacumbas, pero es quizás simplemente una leyenda urbana o un mito), un sector de mujeres, uno de vírgenes y otro de niños.

El cuerpo más famoso de las catacumbas es el de Rosalía, una niña de 2 años que vivió entre el 1918 y 1920 y que fue embalsamada de tal manera que aún hoy sorprende a los científicos por la técnicas que han hecho de esta, uno de las mejores ejemplares de embalsamado. En ese caso, ya no utilizaban simplemente el secado, sino que habían estado desarrollando nuevas técnicas. A Rosalía aún se le puede ver el pelito, el lazo amarillo que le pusieron en la cabeza y sus ojitos parecen que están durmiendo y que pronto se va a despertar. Cuando estaba absorta observando a esa delicada niña durmiente, se escuchó un alarido de terror, de espanto, que se me revolvió todo el estómago que ya de por si lo sentía vacío de estar en ese lugar. Los que observábamos a la niña nos volvimos a ver todos con las caras pálidas y se volvió a escuchar otro grito y luego pasos, barullo, gente que caminaba, otros gritos, luego alguien que corría...No podía ni moverme, no podía ni balbucear. Empecé a caminar en medio de ese montón de craneos, tratando de averiguar que pasaba y llegar hasta el pasillo de donde provenían los gritos....cuando a lo lejos vi a una mujer en el suelo....y varias personas a su alrededor...me iba a acercando y empecé a avanzar por ese largo corredor de cuerpos colgantes. Un monje capuchino estaba ahora entre la gente y trataban de levantar a la mujer que había caído al piso. Respiré profundo y le pregunté a un hombre que estaba por ahí, un poco retirado que había pasado. Me dijo que lo había visto todo.

Yo le dije, visto que?
El hombre con los ojos que se le salían de las órbitas se tapó la boca y salió huyendo despavorido.
Seguí caminando hacia el gentío que se acumulaba alrededor de la mujer que poco a poco empezaba a despertarse.
La gente hablaba fuerte y comentaba, el cura pedía silencio y que por favor saliéramos todos de las catacumbas. Llegaron varios curas más a tratar de sacar a la gente. Yo intentaba acercarme al gentío y entender que había pasado, cuando sentí una mano en el hombro. Era Daniele, se veía descompuesto. Le pregunté si sabía que había pasado y me dijo que no. Una voz pedía a gritos, por favor, salgan todos ya. Un poco de respeto, gritaba otro. Otro monje notablemente agitado, decía salgan todos, por favor. Per piacere.
Intentamos acercarnos al gentío para intentar averiguar ver que había pasado y un monje nos tocó por la espalda y nos pidió con voz firme pero dulce que nos retiráramos y nos empujó junto a otros mirones hacia un pasillo que llevaba a la salida. Mientras caminábamos veíamos las filas de rostros y agujeros negros de los cráneos.

Eramos decenas saliendo al mismo tiempo en aquellos pasillos que dan a la calle, me dió un poco de pánico la situación, pero logramos salir. La gente comentaba. Entendí palabras en varios idiomas como: se cayó, un cuerpo, cráneo, descolgar, infarto, presión alta, mano de Dios, maldición, muerte.
Cuando volvimos a ver la luz del sol, todo parecía haberse atenuado y tranquilizado, sin embargo no podía dejar de pensar en lo que había pasado allá abajo.
Un hombre gordo, también conductor de un moto-carro-taxi vino a nuestro encuentro y nos dijo que el amigo que nos esperaba se había tenido que ir de urgencia, pero que le había dejado una nota a Daniele.

Tuve que irme,
pero llamame esta noche y los llevo a comer al mejor sitio de la ciudad.
Me muero de ganas de conversar y ponernos al día. Tengo algo para ti.
Quizás ya lo sabes.
Es increíble encontrarnos de esta manera en Palermo!!
El número de teléfono
y el nombre.


Decidimos caminar un poco por la ciudad y luego pasar al hotel a cambiarnos. Cuando intentamos llamar al amigo, una voz muy extraña nos dijo que el amigo no podía hablar en ese momento. Volvimos a llamar y sonaba ocupado o nadie contestaba. Luego volvimos a llamar y atendió una mujer y nos dijo. Antonio ha muerto, ha tenido un accidente. Por favor no llamen más.

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Fotos Daniele Vidoni, Derechos Reservados.


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